24 de diciembre de 2009

Nadie desea estar solo...

¿Acaso nos gusta sentirnos solos? ¿No permanecemos en eterna búsqueda de aquello que nos libere de la soledad? Nos hace sentirnos insignificantes y nos hace olvidar el sentido por el cual vivimos, esto es lo que nos produce la soledad, el auténtico sentimiento que surge al experimentar la soledad, en este caso la "soledad impuesta" o "soledad negativa". Estar solo es lo último que desearía una criatura de naturaleza social, como por ejemplo el ser humano, nos aterra la idea de quedarnos solos; incluso me atrevería a decir que es por esto que se teme irracionalmente a la oscuridad: pues es en la desconcertante penumbra donde más solos e indefensos nos sentimos, donde más desamparados, donde más abandonados nos creemos. Este tipo de soledad es temible, y pretendemos evitarla en todo momento, escapando de ella en cuanto nos es posible. Pues bien, esta sería nuestra segunda categoría, y será en esta en la que más incida y la que principalmente explore, pues, como ya he dicho, de la "soledad buscada" es muy facil salir, tan solo es necesario desearlo, pero escapar del sentimiento de soledad, ese que nos atenaza y nos hace tambalearnos continuamente, es una tarea más compleja, pues puede venir dada por múltiples determinantes: amigos, familia, etc... Así que, definidos mis límites de actuación, comenzaré a desarrollar el problema, y, aunque no prometo ni confío en llegar a ninguna solución, como mínimo pretenderé dar una completa guía para reconocer la situación en su aspecto concreto y así comprobar si tiene alguna vía de escape satisfactoria.

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